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Sucedió en La Habana



"el lado oscuro de La Habana"

Bajo el título 'el pecado de callar', la colega Suset Sánchez (Madrid 2005) expresaba que aunque desde la década de los noventa se comenzó a observar en la Isla el fenómeno del “jineterismo”, como consecuencia de la crisis económica experimentada por el país y la apertura al turismo occidental —al incrementarse la actividad de esta industria—, hasta la fecha existe una carencia de exposiciones o propuestas que dentro de las artes visuales pongan en escena esta problemática. Salvo encomiables excepciones que han circulado dentro del campo artístico cubano de modo informal y subrepticiamente, o que apenas han sido socializadas en exíguos y pequeños foros.

Obviamente, ello podría responder, por una parte, a los propios controles del Estado sobre la actividad cultural, instrumentalizados a través del sistema institucional; y a la imposibilidad de que existan alternativas serias independientes, no comerciales (salvo casos muy raros, como el espacio “Aglutinador”), que evadan la censura oficial.

Mientras que en otro ámbito podría estar influyendo un repliegue cada vez más generalizado del arte hacia zonas discursivas no conflictivas ante el establishment, en pro de la subsistencia poética. De hecho, es alarmante constatar la creciente falta de compromiso social con su entorno de una gran parte de la producción artística que acontece en la Isla, así como el refugio en las posibilidades neutras de enunciación de un esteticismo y un formalismo que poco aportan al debate sobre las condiciones en las que viven los cubanos actualmente, y ni siquiera a la especulación sobre la misma naturaleza de los procesos artísticos y el arbitrio del Poder sobre los mismos.


No se demanda un arte necesariamente comprometido ni rebelde, mucho menos se cuestiona la pertinencia y legitimidad de preocupaciones creativas que difieran y se alejen del pensamiento en torno al contexto insular. Sin embargo, asombra y se sospecha de los pactos, las negociaciones y el oportunismo, cuando se comprueba cómo justamente algunas de esas retóricas vacuas y propuestas estéticas de dudosa calidad alcanzan inexplicable y vertiginosamente el reconocimiento de la institución “Arte” en Cuba.

¿Dónde ha quedado entonces la responsabilidad cívica y la ética del “artista-ciudadano” cuando en casi todo momento se está tratando de evitar la expresión comprometida? ¿Por qué, si el malestar y la inconformidad devienen motivo diario de tertulias informales sobre la sociedad y las instituciones en Cuba, la mayoría de las obras no traducen ese ánimo?

Una de las excepciones que al respecto vale la pena mencionar, es la obra del realizador audiovisual Henry Eric Hernández y Producciones Doboch, que continuamente va a buscar el objeto de sus investigaciones sociológicas e históricas en aquellas zonas preteridas por el imaginario oficial, referentes tanto a hechos de la historia de Cuba, como a los personajes que pueblan las historias cotidianas de la nación. De ello dan fe sus piezas documentales e intervenciones, que recorren espacios y pasajes proscritos o marginados, donde opera mediante la deconstrucción de las mitologías del Poder y de los axiomas de una sociedad perfecta y justa.


Obras como 'Controversia con el ghetto' (1999) y 'Kermesse al desengaño' (2001), le acercan a la metodología genealógica de Michel Foucault para conducirle a una reconstrucción de la historia no a partir de las narraciones oficiales, sino de la labor del arqueólogo que descifra las marcas del pasado al tratar con objetos que se convierten en el testimonio más fidedigno posible de los hechos.

En Controversia… el referente es la Ciudad Escolar Libertad, antiguo Cuartel Militar Columbia, y se traza un paralelismo diacrónico a través de la función de un sitio para la instrucción del individuo dentro de la lógica del Poder. En Kermesse… el hallazgo arqueológico de un cementerio esclavo en el patio de una escuela primaria en San José de las Lajas, se convierte en la metáfora de la anulación de la libertad del individuo que acontece en los centros educacionales que el sistema ha desarrollado para fomentar un modelo igualitarista.

Por su parte, documentales como 'Bocarrosa', 'Almacén' y los cuatro capítulos producidos hasta la fecha de Sucedió en La Habana, le acercan justamente a esos rostros de la realidad social cubana que tratan de ser continuamente olvidados por el Poder. Un mundo estereotipado como marginal, que queda fuera de los perímetros de permisibilidad revolucionaria que exalta el modelo del “hombre nuevo”, se erige como centro de atención de las otras historias que buscan Hernández y sus colaboradores para diagramar el boceto real de la nación cubana.


Travestis, mendigos, prostitutas y presidiarios deambulan ante la cámara del artista para narrar los episodios cotidianos de una sociedad, aquellos momentos, y las voces de subjetividades condenadas al silencio por una falsa moral.

Escenarios de la prostitución en la Isla como la intersección de las calles habaneras de Monte y Cienfuegos, conforman algunas de las polémicas locaciones de Sucedió en La Habana (capítulo II). Miradas perdidas y enajenadas de algunas de las mujeres que merodean por el Malecón tal cazadoras furtivas del sexo como transacción comercial.

La obra de Hernández, y eso es lo más conmovedor, no inventa ficciones, hurga allí donde ni siquiera Suite Habana (tomada en muchos círculos como ejemplo reconocido del riesgo creativo y la crítica social) ha escudriñado, porque al final los personajes de la obra de Fernando Pérez —por demás, casi todos excelentemente seleccionados—, a pesar de vivir en medio de la precariedad, representan al pueblo abnegado y trabajador que para nada contradice el discurso oficial sobre el sujeto revolucionario.


No obstante, todavía se necesitan muchos más Fernando Pérez y Henry Eric Hernández en medio de tanta indolencia o disimulo creativo. Al final, hacen falta millones de “artistas-ciudadanos” que tomen conciencia, tanto en la Isla como en el resto del mundo, de la importancia que puede tener el más mínimo gesto de denuncia, crítica y transgresión para la toma de conciencia en las sociedades de hoy, que distan bastante de la perfección.

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Henry Eric Hernández

Henry Eric es un  artista cubano e investigador. Licenciado en Bellas Artes por el Instituto Superior de Arte de La Habana (ISA), con un doctorado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. Henry ha recibido becas como 'The Pollock-Krasner Foundation', la 'Christoph Merian Stiftung' y la 'John Simon Guggenheim Memorial Foundation'. Como artista transdisciplinario Henry analiza las relaciones entre la historia y el poder a través de una diversidad de medios que incluye esculturas, dibujos, fotografías, películas experimentales y documentales, intervenciones públicas, artista-libros, y proyectos en línea. Como investigador social, Henry está interesado en Estudios Culturales y Medios de Comunicación, Teoría Cultural, Representación del Otro, Representación de la violencia política, Peregrinación Política (cine), Antropología Visual y la cultura cubana.


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2015