"Entre el Agradecimiento, las Virtudes y la Hipocresía"
Como a todos los grandes creadores, los años han ido afilando, puliendo y limando las aristas formales del cine de Manuel Gutiérrez Aragón, haciendo que sus discursos surjan limpiamente, de forma casi mansa: prístinos. Es lo que ocurre en esta Una rosa de Francia, un film en el cual la negrura profunda del discurso (que es, ante todo, un discurso sobre la pérdida y la renuncia) aparece sumergida por una puesta en escena plácida, luminosa, incluso falsamente nostálgica. En primera instancia, reflexión sobre algunos tópicos constructores de una cierta idea, de un cierto imaginario anexo a Cuba casi desde los tiempos de la colonia hispana (la voluptuosidad de la vida, las mujeres fáciles, el país como prostíbulo de poderosos), en el fondo lo que aborda el film es una lectura posible de las vísperas del poscastrismo: al fin de cuentas, y aunque su acción se ubique en algún momento indeterminado de la década de 1950, no cuesta ningún trabajo identificar tantas cosas contemporáneas, desde los gritos anti-imperialistas de ese malo/bueno que resulta Jorge Perugorría, hasta temas tan de hoy como la emigración clandestina hacia Estados Unidos.Pero la película es también una turbia historia de aprendizaje, de traicionadas amistades viriles en la que las tornas giran a cada rato, y por la que, a la postre, se abre paso como un huracán (y como querría el viejo maestro Hitchcock) la buena historia de siempre: la peripecia amorosa, la urgencia de la carne, el desbocado ímpetu de la juventud. Para cubanófilos de pro y espectadores inteligentes. Lo mejor: la habilidad para construir un discurso que se esconde tras otro. Lo peor: que hay que andar con ojo para no confundir tersura en la puesta en escena con simplicidad de fondo.
Sinópsis
Érase una vez en Cuba… en cualquier época en que queramos situar la historia. Un hombre tan seductor como criminal, Simón (Jorge Perugorría), navega en su viejo barco transportando emigrantes clandestinos camino a Nueva York. Los abandona en un islote a su suerte, sarcástico e impasible. Una patrullera norteamericana descubre al barco clandestino e inicia una persecución sin que le importe violar las aguas cubanas. Un joven marinero del barco clandestino, Andrés (Álex González), salva la vida de Simón y cae herido bajo las balas norteamericanas. Simón estará siempre agradecido al joven Andrés, pese a que éste se enamore casualmente de una insinuante adolescente, Marie (Ana de Armas), que a su vez es una protegida del malvado Simón. El conflicto está servido. Marie y Andrés, la enamorada pareja, intentarán huir de Cuba camino a Nueva York. Simón hará todo lo posible y lo imposible para impedirlo.
Protagonistas
Una Rosa de Francia contó con un elenco de buenos actores y actrices, en su mayoría jovenes. Su director Manuel Gutierrez Aragón supo engranar el reto que siempre representa la conjunción de actores de experiencia con los más nuevos.
Actores con su director
Jorge Perugorría (Simón)
Alex González (Andrés)
La Nueva Revelación del Cine Cubano:
Ana Celia de Armas (Marie)
(Entrevista)
Ana Celia de Armas (Entrevista)
Broselianda Hernández (Madame)
(Entrevista)
Amaury. Muy buenas noches. Estamos en Con 2 que se quieran, aquí en el corazón de Centro Habana, en Prado y Trocadero, en el barrio de Lezama Lima, en los legendarios Estudios de Sonido del ICAIC.
Hoy, esta noche, nos acompaña la gran actriz de teatro, de cine, de televisión y una mujer bellísima, mi amiga Broselianda Hernández. ¿Qué tal mi cielo, cómo tú estás? Gracias por venir.
Broselianda. Muy bien, gracias.
Amaury. Mi primera pregunta es: ¿Por qué tú has dicho en alguna entrevista que si fueras hombre quisieras ser como Carlos Díaz?
Broselianda. Bueno, yo creo que es al revés. Carlos Díaz un día me dijo: “Si yo fuera mujer quisiera ser Broselianda”
Amaury. A lo que tú respondiste…
Broselianda. …A lo que yo respondí: Si yo fuera hombre quisiera ser Carlos Díaz. Bueno, porque Carlos Díaz para mí es un ser entrañable, es un ser que vive a lo grande, que tiene miedos, angustias y que nos conectamos mucho en esta cosa del sentido del humor y de las ideas, de cómo pensamos. Yo digo que hemos envejecido juntos, porque nos une una amistad de mucho tiempo y de trabajo, pero más que el trabajo ha sido esa cosa entrañable que une a dos seres humanos, que es la empatía… Tenemos que ver, somos personas que tenemos mucho que ver.
Amaury. Uno puede trabajar con muchos amigos, pero Carlos Díaz es uno de los principales directores de teatro que tiene Cuba; esa amistad, ¿la llevan también a la hora de trabajar o tú ocupas tu sitio y Carlos Díaz ocupa el suyo?
Broselianda. Creo que la llevamos porque cuando te hablo de la empatía es eso, Amaury, es que sin decirnos nada, yo he podido llegar a un ensayo y decirle: “Espérate un momentico, Carlos, tengo que llorar allá afuera”, y él salir, quedarse serio, darme un cigarro -tipo película-, así, en silencio, él coge otro cigarro, termino de llorar y no hay nada más que hablar.
Amaury. Es que contigo todo es muy fácil porque tú eres una mujer muy inteligente, pero eso me lleva a mi siguiente pregunta porque tu abuela Adalguisa decía que la carrera de actriz no era una carrera para personas inteligentes. ¿Cómo te dijo eso tu abuela querida, a una mujer como tú, que eres brillante, además?
Broselianda. Bueno, mi bisabuela era la que se llamaba Adalgisa, y mi abuela se llama Ana María.
Amaury. ¿Quién fue la que te lo dijo, tu bisabuela o tu abuela?
Broselianda. Mi abuela. Mi abuela era médico, una médico genial.
Amaury. ¿Mamá de tu papá o de tu mamá?
Broselianda. De mi mamá. Fue la que me crió y no quiso ni que mi mamá fuera actriz ni yo tampoco. Decía eso, que la actuación no era una carrera para personas inteligentes. Eso me ha martillado toda la vida, esa sentencia, porque viniendo de ella, una mujer tan inteligente, intelectual también… y con el tiempo he tenido que demostrarme a mí misma que no, al contrario, no existe nada que se pueda hacer sin inteligencia. La inteligencia yo creo que lo es todo en un actor. Chaplin hablaba de las tres “i”: Intelecto, Imaginación e Intuición, pero la inteligencia tú te das cuenta cuando un actor es inteligente o no.
Amaury. ¿Siempre te das cuenta?
Broselianda. Siempre me doy cuenta.
Amaury. Cuando la persona agarra un personaje, tú dices: esa persona llegó a este personaje porque lo procesó intelectualmente.
Broselianda. Claro que sí, y notas los aportes que puede hacer un actor inteligente a un guión… cuando un actor puede generar continuamente a partir de un guión, elaborar toda una creación.
Amaury. Tú me decías que tu abuela era una intelectual y en tu familia también hay médicos. ¿A qué rama de la intelectualidad pertenecían tu abuela y tu familia?
Broselianda. Bueno, exacto, eran médicos, mi abuelo y mi abuela. A mi abuelo casi no lo conocí, murió a muy temprana edad, pero era un gran médico y también, bueno, mis antecedentes, esa bisabuela era maestra nocturna, tenía un vozarrón increíble, era una persona chiquititica, de ojos muy azules, y medio loca -medio loca porque lo adivino en las fotos-, y con toda su cultura y su gran inteligencia, se había casado con el bodeguero del pueblo.
Amaury. Que era seguramente un hombre inteligente, los bodegueros son siempre inteligentes.
Broselianda. Pero tenía muchas faltas de ortografía y así y todo ella lo amaba. Mi abuela no, mi abuela se casó con un médico, estudió la carrera de Medicina por él, pero se separaron muy jóvenes y casi no lo conocí.
Amaury. Hablaste antes de la familia y de tu mamá, Rosa Ileana Budet, una actriz y teatróloga. Ella hace años que no vive en Cuba, vive en Santa Mónica, pero un día estábamos tú y yo hablando de ella y me hiciste una anécdota preciosa, vinculada a una correspondencia, no la recuerdo tanto, era con un novio… ¿Cómo fue esa historia?
Broselianda. Eso es increíble, tengo que reconocer que mi mamá es una persona muy fuerte. Somos una estirpe fuerte, mi abuela, mi bisabuela y mi mamá. Mi mamá me tiene a mí con 17 años, o sea, la diferencia de edad es poca entre una madre y una hija, ¿no?, y estando en España en una gira teatral, recibo una carta de mi madre donde decía: “Me voy a encontrar con Felipe”. Felipe y mi mamá se habían conocido casi de muchachos, 16-17 años. Estudiaron en el Edison juntos y fue el primer amor de mi madre. A él se lo llevan de Cuba con 17 años, su familia, y mi mamá hace su vida, pero siempre con ese amor sublimado, incluso en la distancia. Ella escribe varios libros, y en cada libro aparece Felipe de alguna manera, pero mi mamá siempre supo que se iba a encontrar con él. ¿De qué manera?, no lo sé. Con el invento del e-mail, ese gran invento, mi mamá averigua las coordenadas de Felipe, ¡imagínate!, nunca más había sabido de él, pero siempre estaba presente Felipe. ¿Dónde estará? ¿Qué habrá sido de su vida? Ese hombre, ese hombre… en cada carta, en su memoria. Entonces eso de la ley de atracción y la cosa de “el secreto”, se cumple perfectamente, porque Felipe recibe una carta, ya ni siquiera un e-mail, el 29 de agosto, el día de su cumpleaños.
Amaury. En Santa Mónica, California.
Broselianda. Sí, en Santa Mónica recibe una carta y después es que viene este intercambio de e-mails, donde él le pregunta “¿te acuerdas de tal cosa? ¿Y todavía existe la natilla de…? no sé y un poco ese reencuentro viene a ser algo muy lindo, porque es el reencuentro también de él con su país, o sea, con Cuba. Incluso ellos, ya después logran una visa de fiancé (prometido), se casan y con ese intercambio de e-mails hacen un libro en conjunto que se llama así: Visa de fiancé.
Amaury. ¿Y tienen una vida…?
Broselianda. Una vida maravillosa. Mi mamá actualmente me dice: Brose, yo siempre supe que me iba a encontrar con él, no sé por qué, tenía que ser, eso estaba en mi destino. De verdad, es una mujer muy fuerte.
Amaury. ¿Y tú no tienes un Felipe por ahí?
Broselianda. Yo quisiera tener un Felipe. Sí, no sé. No, es una historia de amor lindísima, de verdad, te podría decir que casi hollywoodense en el sentido de que, ¡contra!, encontrarte después de tanto tiempo, con cincuenta y pico de años los dos, él un poquito más que ella, reencontrarse y que todo fluya, y que se enamoren y que de verdad sean felices y todo eso, pasa muy pocas veces en la vida.
Amaury. ¿Tu papá trabajó en el Grupo de los 12? ¿Qué cosa es el Grupo de los 12 y háblame de tu papá?
Broselianda. Tengo entendido que el Grupo de los 12 fue fundado por Vicente Revuelta, se aunaron varios teatristas importantes en ese momento. Estaban Flora Lauten, José Antonio Rodríguez, creo, si no me equivoco. Fue un grupo emblemático. Vicente como figura del teatro cubano y creo que universal, fue uno de los que más estudió todas las técnicas de (Jerzy) Grotowski, sobre todo Grotowski en Cuba, fue un grupo emblemático y mi padre fue fundador de ese grupo.
Amaury. ¿Pero él no te cría, no está a tu lado en tu infancia porque aparece Rine Leal?
Broselianda. Sí, ya estaban separados mi madre y él, pero a través de mi papá yo sí vi mucho el teatro desde dentro, iba mucho a las funciones. Y aparece Rine como figura fuerte paterna, porque bueno, me tocó, o sea, fue pareja de mi madre y estoy muy orgullosa de él. Rine para mí fue un padre, un padre lindo, el que te enseña a comer, cómo se come en un restaurante, modales, matemáticas, cuentos. Un hombre de una cultura súper vasta, maravilloso.
Amaury. ¿Pero tu niñez está entonces muy vinculada desde esa época, claro, por cuestiones familiares, pero también por necesidades espirituales tuyas y cuando niña, con el teatro y con la actuación y con los misterios…?
Broselianda. Claro, siempre. Mi mamá estudiando Periodismo y entonces me quedaba con mi abuela, si no me iba con ellos. Mi mamá empezó a estudiar justamente después de haberme tenido.
Amaury. ¿Pero tú crees que fue una niñez normal?
Broselianda. No, para nada, demasiado intelectual.
Amaury. ¿O sea, los desajustes, los delirantes y amorosos desajustes que tiene tu personalidad están vinculadas con esa niñez atípica?
Broselianda. Muy atípica. Separarte de tu madre de alguna manera; no separarte emocionalmente, pero sí físicamente, siempre representa en el orden afectivo, una situación un poco fuerte. Claro que en aquella época era un proceso de la Revolución, los estudios, la mujer incorporada todo el tiempo y entonces los hijos estábamos un poco…
Amaury. ¿En tu grupo de amigos tú te considerabas un bicho raro?
Broselianda. No. Cuando entré al ISA (Instituto Superior de Arte) todo el mundo pensaba que yo no tenía nada que ver con una actriz, sino más bien con una teatróloga “polillosa”. Tenía ese estigma, ¿no? Y entonces me daban 4 todo el tiempo de 5, en actuación. Siempre me quise cambiar de carrera, hasta el segundo año decía: Yo voy a ser la peor actriz del mundo y todo el tiempo renegando de mi profesión o sea, ¿por qué voy a ser actriz, qué es esto? Esto no es para mí… yo nunca voy a ser actriz. Ese conflicto lo tuve años,
Amaury. Pero Brose, ¿cuándo cambió esa percepción sobre ti misma?
Broselianda. Yo creo que todavía no ha cambiado mucho.
Amaury. ¿Cómo que no ha cambiado? ¡Claro que ha cambiado! Tú eres una de las grandes actrices de Cuba y lo dice todo el mundo, además.
Broselianda. Sí, Amaury, pero a la hora de enfrentarme a los personajes, los enfrento todavía con muchos miedos. Todo el mundo dice que es muy bueno eso. Pienso que sí, que es bueno, pero no tanto y es esa cosa de la exigencia hacia uno mismo. Para mí actuar es un gran placer, pero también es una gran agonía. Siempre tengo esa doble mirada, esa mirada crítica todo el tiempo, lo mismo hacia mí que hacia un guión, que hacia…
Amaury. ¿Qué te pasó con el personaje que ibas a hacer en La casa vieja, de Léster Hamlet? ¿Te pasó algo parecido? Ibas a hacerlo y de pronto no lo hiciste.
Broselianda. No lo hice.
Amaury. Está bien, hasta ahí. Tú estudiaste, por supuesto, en el ISA y has estudiado actuación. Los métodos Stanislavski, Brecht, todos esos métodos. ¿Tú crees que son imprescindibles para un actor, que es imprescindible conocerlos, aprenderlos, estudiarlos, antes de llegar a una actuación como la que hiciste, la maravillosa, que hiciste en Barrio Cuba de Humberto (Solás)? ¿Tú crees que te sirvió todo eso para hacer esa escena?, que es de los momentos extraordinarios de la película.
Broselianda. Bueno, claro que sí, yo creo que la escuela, conocer todos estos métodos, sobre todo las bases de Stanislavski son importantísimas. Grotowski, esa cosa del distanciamiento, todo eso uno lo tiene aquí atrás (señalando el cerebelo) y sale en algún momento. Con Barrio Cuba hay una anécdota graciosa.
Amaury. ¡Ay, házmela!
Broselianda. Graciosa en el sentido de que me ofrecen esa pequeña escena y yo saqué unos volúmenes de “El arte secreto del actor”. Todos arriba de mi cama por tres días enteros y mi hija pasó un día por el cuarto y me dice: ¿Y tantos libros para qué, para una escena? Sí, yo estudio, yo soy una persona que estudio, tengo que estudiar, esta es una escena… y era metida en todo un rollo de… No me arrepiento, para nada. No creo que el resultado de esa escena haya venido de esos libros, para nada. Pero yo estaba muerta de miedo.
Amaury. ¿Pero por qué? ¿Por el personaje o por trabajar con Humberto?
Broselianda. Por todo. Era una pequeña escena que tenía… yo esto lo estoy intelectualizando ahora, hablando en voz alta, yo no intelectualicé esa parte; para mí era una gran cosa esa pequeña escena, que era buena y enfrentarme a Humberto por primera vez en mi vida, a alguien a quien admiraba tanto y no podía quedar mal. A mí no me importa si la escena se va después, yo tengo que dar todo lo que yo pueda dar aquí. Por eso te digo que lo de Grotowski y todo eso sí sirve, pero lo que más funcionó en esa escena fue la relación que establecimos Humberto y yo. Hablamos de la muerte, hablamos de la vida, hablamos de la vejez. Creo que hasta le dije: Yo quisiera decir: “¡Dame una gardenia, mamá. Dame una gardenia!” Y él me dijo: “¡Son otros tiempos!” Hablamos mucho, mucho.
Amaury. ¡Hasta yo hubiera querido decir: ¡Dame una gardenia, mamá! (risas)
Broselianda. Entonces para mí la escena fue un punto mágico, porque yo no veía la escena con lágrimas, o sea, uno siempre tiene esa tendencia a que la emoción puede no estar en la lágrima, y minutos antes de empezar la escena, él me dice: “¡Quiero que pases de la risa al llanto!” Respondí como un actor amigo mío: “¡Me esforzaré!” Entonces me dijo: “Tenemos goticas, pero nada impuesto…”
Amaury. Me esforzaré, parece un himno.
Broselianda. Y salió. Salió una primera toma que creo que olvidé algún texto. Repetí. Sí, volvió a salir. Pero él y Felito Lahera feron creando toda una atmósfera, de verdad, para que esa escena saliera.
Amaury. Y te premiaron por esa escena.
Broselianda. Sí. Un premio muy lindo, porque es un premio en Providence, en Estados Unidos. Pero ya te digo, más importante que el premio fue todo lo que yo viví en ese momento, el impacto después y que una escena tan pequeña haya quedado… Estaba con una amiga mía y no me acuerdo quién fue a ver Barrio Cuba y no sé quién le dijo: Contra, ¡qué buena la escena de la loca esa amiga tuya! (risas), y era yo, ¡tú sabes! Incluso, vaya, para mí de verdad fue un momento muy lindo porque recuerdo que yo vi la película en el Payret. La copia no estaba muy buena en el Payret y yo la veía y decía: ¡he oído tantos comentarios buenos, y yo no veo que he hecho tanto! Y después la vi mejor y vaya, de verdad, yo misma dije: ¡Contra, está emocionante!, Qué lindo, ¿no?, que haya pasado esto.
Amaury. Es fantástico. Te preguntaba lo de los métodos porque las actrices que no tienen una formación teatral, hablo de las actrices que hoy pueden estar rondando los 70, 80 años, la gente de la televisión, muchas personas de cine no creen en los métodos, creen en el empirismo que dejó huellas, en la televisión, sobre todo, en la televisión y en el cine en los años 50. Personas que no creían que eran necesarios, que salían ahí a poner el pecho y por eso era la pregunta.
Broselianda. Bueno, ya te dije lo de los libracos. Ya ahora, a partir de cierta edad, o no sé, de haber trabajado un poco más, yo confío un poco más en la intuición. A mí con Fernando Pérez ahora me pasó. Con la película de la infancia y la adolescencia de Martí, Fernando me pidió que no leyera nada. Y adivino por qué lo hizo. Cuando él fue a hablar conmigo acerca del personaje y me habló de los sucesos del Teatro Villanueva, yo no tengo una real cronología histórica como para saber que: “Los valientes habaneros/ se quitaron los sombreros/ ante la matrona fuerte/ y después que nos besamos/ como dos locos me dijo/: vamos pronto, vamos hijo/, la niña está sola, vamos.//” Eso de pronto salió, porque está, ya te digo, aquí, y porque recuerdo mucho los poemas de amor musicalizados por ti.
Amaury. De Martí.
Broselianda. …De Martí y Nacha Guevara cantando “Amor de ciudad grande”, ese tipo de cosas.No soy una historiadora, pero parece que cuando de pronto le zumbo a Fernando Pérez aquel poema que es a raíz, precisamente de los sucesos de Villanueva, se habrá quedado sorprendido, y pensó: “a esta mujer no le puedo pedir que lea nada, porque de pronto me va a hacer una intelectual, y yo quiero una madre”.
Amaury. Pero lo que pasa es que Martí sería también un método porque Martí va sobre todos nosotros, los que son actores y los que no son actores.
Broselianda. Exactamente.
Amaury. Tú eras una persona que tienes una voz maravillosa, yo lo tengo que decir, me encanta tu voz porque tú puedes hacer con ella lo que te da la gana. ¿Cómo la distribuyes en los distintos medios?
Broselianda. Me ha costado trabajo. Justamente doblando la película de Martí, yo me oía y no me soportaba. Y lo hablé con una amiga, actriz, que siempre estamos hablando mucho de trabajo, que me ha ayudado mucho.
Amaury. ¿Cuál? ¿Qué amiga?
Broselianda. Isabel.
Amaury. Isabel Santos. ¿Cómo habla Isabel Santos contigo?
Broselianda. Tengo anécdotas muy graciosas con ella… Nosotras siempre nos admiramos mucho; una, porque yo siempre procedí del teatro y ella me decía: “lo que tú haces en el teatro yo no puedo hacerlo” (con voz grave) (risas). Le respondía: “Isa, yo en el cine…” Pero lo lindo de nosotras, que realmente es algo muy interesante, es que yo llego de una filmación, haciendo Una rosa de Francia, y Alfredo Mayo, el director de fotografía me decía: No me des tanto perfil. Y yo estaba con Pichi, Jorge Perugorría y yo decía: “¡Pero si la escena es completamente de perfil!” Y llamo a Isabel y le digo: “¡Isa, me pasó esto!” Y ella: “¡Eso es una cosa muy chea, un recurso muy…, pero yo te lo voy a enseñar!” Y me ha enseñado muchas cosas… (risas) Entonces ella se molesta porque yo la imito, pero es muy lindo porque ambas, siempre estamos hablando.
Amaury. Pero ella también te imita a ti.
Broselianda. Me imita a mí, ¿por qué no la voy a imitar? Con la Leonor me pasó que siempre la llamaba y le decía: “¡no voy a poder, no voy a poder!” Leo esta escena y me muero de miedo. Y ella: “¿Cómo no vas a poder? Sí puedes”(imitando la voz grave de Isabel Santos) (risas) Entonces es una suerte de retroalimentación, o sea, hablamos mucho, es una persona que me ha dado mucho ánimo para seguir.
Amaury. En una época de nuestras vidas nos vimos con frecuencia y a ti te gusta cantar. ¿Qué te gusta cantar?
Broselianda. Bueno, yo canto de todo.
Amaury. Sí, pero tú cantas boleros, te gustan los boleros pasionales, te gustan esas cantantes de mucha…
Broselianda. Sí, me gusta “Heridas”, me gusta mucho Annia Linares. Yo la adoro. Me gusta todo. Hago monólogos así con unas grandes improntas que me dan y los ofrendo mucho a mis amigos, a los amigos más cercanos y les encanta.
Amaury. No te preocupes, no te de miedo, no te voy a hacer cantar. Lo haces muy bien, a veces; digo, para divertir lo actúas exageradamente pero sí lo haces bien, cantas muy bien. Roberto Blanco y el teatro. Tú debutas en teatro y Roberto Blanco dirigiéndote.
Broselianda. Bueno, me gradúo con Roberto con los Cuentos del Decamerón. Cuando me gradúo, una graduación muy linda con Roberto, había dos grupos en muy importantes en Cuba en ese momento, que eran el “Buscón” y el “Irrumpe”. A mí me mandaron para Isla de Pinos, algo de eso y yo dije: ¡Yo no, yo soy Diploma de Oro y yo me quedo en La Habana y voy para uno de esos dos grupos, que son los más importantes y yo quería estar en alguno de los dos!
Pero en el “Irrumpe” estaba Lili Rentería en ese momento, o sea, era la gran estrella de Roberto y José Antonio estaba buscando al personaje de la Ofelia, de Hamlet, en una versión muy linda que se llamóCómicos para Hamlet y yo me fui a hacer el casting con José Antonio Rodríguez. Un casting maravilloso.
Amaury. ¿Qué cosa es un casting?
Broseliandia. Un casting, una prueba, porque estaban buscando una muchacha que hiciera la Ofelia y ese fue el personaje que me marcó. Entré por la puerta grande con la Ofelia y fue una cosa lindísima. Después empecé a girar con José Antonio. José Antonio fue mi gran maestro, mi gran todo.
A Roberto lo comparo un poco con Humberto, ¿no?: un hombre de una gran cultura, un gran conversador, una suerte de padre también, como lo fue José Antonio en su momento y yo tuve el privilegio de hacer la puesta, y la reposición después de tantísimos años de Yerma, que fue una puesta emblemática de Roberto. Ya Roberto estaba enfermo, yo en ese momento que estaba haciendo la María, no la Yerma, también estaba un poco enferma, y recuerdo que Roberto me alzaba por la cabeza como para controlar todos esos niveles de estrés y cuando muere Roberto, yo creo que es una de las muertes que más he sufrido en mi vida. Me conmocionó muchísimo.
Amaury. ¿Qué distancia hay entre la Broseliandia que triunfa, televisivamente en “Cuando el agua regresa a la tierra”, hasta “Doble juego”? ¿Cómo te has podido mover en la televisión? La televisión es un medio diferente al teatro y diferente al cine. Todo es más chiquito, se pueden hacer, me imagino, yo no soy actor, pero se pueden hacer gestos más contenidos que en el cine se convierten en una payasada.
Broseliandia. Bueno, en “Cuando el agua regresa a la tierra”, yo siempre digo, que cuando yo quiero, digamos, actuar bien, yo me coloco en aquella muchacha, que estaba como desnuda en el sentido de… desnuda como sin equipaje. Esa muchacha que no tiene técnica, que está frente a una cámara y es tan espontánea.
Amaury. Silvestre
Broseliandia. Silvestre, nació así y fue muy lindo, o sea, es un gran premio debutar en la televisión con una serie tan buena, con una cosa tan bien hecha y con un personaje tan bien estructurado. Con esa relación tan linda con el abuelo que me marcó.
Amaury. Tú dijiste en algún momento algo que a mí me impactó y es esta frase. Esta frase es tuya textual, escrito por ti: “Soy una mujer que lo quiere todo, pasión, libros, objetos, amigos”. ¿No te parece demasiado quererlo todo?
Broselianda. Sí, me parece demasiado. Yo siempre decía que yo era como el personaje de Meryl Streep enPlenty. Veía esa película y me veía a mí. No te creas, esa frase denota una ambición, pero una ambición bonita.
Amaury. Sí, y son las cosas que tú quieres, amigos.
Broselianda. Una ambición bonita, porque creo que me lo merezco, todo lo bonito me gusta. Los amigos, creo que tengo suficientes para ser feliz.
Amaury. ¡Y buenos!
Broselianda. ¡Y buenos, de verdad que sí! Soy muy feliz con mis amigos y de verdad que lo quiero todo y yo se lo decía a mi madre desde pequeña: ¡es que yo lo quiero todo, yo lo quiero todo, y ella me decía: Las personas inteligentes somos así, ¿sabes? (risas), vemos un objeto bonito y ¡qué linda esta taza! y tal libro y esta ropa porque es bonita, y este hombre y este niño. (risas)
Amaury. Voy a ir entonces…, porque ahí hablas de pasión, pero no hablas de pareja, o sea, la pasión puede ser una cosa mutante.
Broselianda. ¡Claro!. Yo creo que vivo de pasión en pasión. No es que… quizás le tenga miedo a la rutina, pero es que soy así… Yo creo que a esta edad uno no va cambiar tanto.
Amaury. ¡A qué edad, por favor! Tú eres una muchacha.
Broselianda. Mira, hay una cosa muy graciosa. Yo he ido caminando por la calle y la gente me dice: Brose, ¿cuándo tú vas a encontrar un hombre para tu vejez?
Amaury. ¿Para tu vejez? (con sorpresa)
Broselianda. Eso del compañero para la vejez…
Amaury. En un asilo hay muchísimos, en los asilos hay personas, enfermeros que se ocupan de eso cuando uno llega a la vejez. Pero tú eres una muchacha. Miren, ahora usted ven a Broselianda maquillada, además, Aymara (maquillista del programa) es una maravilla y la maquilló, pero cuando Broselianda llegó a este estudio hoy, parecía mi hija. No puede ser mi hija, pero puede estar cerca.
Broselianda. Me parece que no es una exageración de tu parte (risas).
Amaury. No, no lo es. Digo, que puedes ser mi hija, sí, que puedes ser mi hija es una exageración de mi parte. (risas)
Broselianda. Mira, no sé, a veces yo me siento de ochenta años, para qué decirte. A veces la depresión y… momentos bipolares, yo digo que soy muy bipolar… A veces le mando mensajes a mi mamá donde le digo: “Te mando un beso bipolar”, un beso intenso, pero sobre todo bipolar. Un beso que por la mañana va a ser muy alegre y por la tarde va a ser muy triste, pero realmente yo creo que no he terminado todavía de amar todo lo que se presente, ¿sabes? Porque hay personas que sí…, yo eso lo admiro, admiro las parejas de años… Quisiera, me da una envidia sana ese compañero de la vejez, pero yo necesito ese amor que quizás dura tres segundos, cuatro segundos, pero que me vuele la tapa de los sesos y que me levante del piso, que no tiene que ser ese día tras día… No es que eso no exista, yo creo que sí, pero a lo mejor yo no lo sé hacer.
Amaury. Hablemos de Sofía, de tu hija, tú tienes una hija adolescente.
Broselianda. Bueno, con eso te lo digo todo. Tengo una hija adolescente. Tengo una hija maravillosa.
Amaury. Que tú has criado sola.
Broselianda. Que yo he criado sola.
Amaury. Padre y madre.
Broselianda. Padre y madre y, ¿qué te voy a decir? Es mi vida, es mi todo. Le he dedicado todo tipo de cosas, desde funciones, entrevistas, mi vida entera se la he dedicado.
Amaury. ¡Vamos a dedicarle también el programa este!
Broselianda. ¡Vamos a dedicárselo!
Amaury. Mira, no había pasado, nunca le habíamos dedicado el programa a alguien. Vamos a dedicarle este programa, está dedicado a Sofía, la hija de Broselianda.
Broselianda. ¡Claro!
Amaury. Tú llegas a tu casa con un personaje, ya fuiste y lo hiciste. Sobre todo cuando estás haciendo teatro, más que cine, teatro que es todos los días haciendo lo mismo o casi lo mismo, porque nunca se hace lo mismo. ¿Cómo te desprendes de esos personajes en tu casa cuando llegas? ¿Normalmente qué pasa cuando tú llegas del teatro, llegas 11-12 de la noche después de una función? ¿Cómo ese personaje se va para volver a engancharlo al día siguiente?
Broselianda. Bueno, Amaury, eso es tétrico. Déjame decirte que yo pensaba que eso era un mito y yo hice un personaje en Bacantes, Ágabe, que era… lo tuve que dejar. Porque era un personaje que removía todo, todo mi ser y salía en un carro todo el tiempo el personaje… Me levantaba de madrugada y era el personaje, el personaje y llegar con toda esa carga de dos horas de función. Además tenía una carga física fuerte; esa descarga de adrenalina, pérdida de peso. Incluso se habla que los actores de teatro pierden peso, no sé si también los del cine, pero supongo que también. Y es muy difícil, llegó un momento en que mi hija en un momento me dijo: ¿Sabes lo que dijo Marlon Brando un día en una entrevista? Que los actores no debían tener hijos. Me dejó así. Y yo dije: quizás, pero no sé por qué me lo dijo, todavía estoy por preguntárselo, pero es bien difícil. Lo que pasa es que hay que lograrlo, ¿sabes?, porque sin salud mental un actor tampoco es nada.
Amaury. ¿Por qué llegaste tan tarde al cine cubano?
Broselianda. Yo creo que tiene que ver más bien con esa cosa de los tipos físicos y de ese tipo también físico peculiar, esa voz peculiar y todas esas cosas, aunque yo había hecho una primera película muy joven con Víctor Cassaus. Después me condenaron al ostracismo, en el sentido de las películas…
Amaury. …Al ostracismo cinematográfico, porque en teatro…
Broselianda. De las películas cubanas, porque coproducciones sí me tocaban muchas, muchas que las agradezco muchísimo.
Amaury. ¿Qué es lo que más te ha gustado de lo que has hecho en el cine cubano?
Broselianda. No, de verdad que te diría que todo. O sea, contundente por pequeño, hablamos de la escena de Barrio Cuba, pero la Maggie con Enrique (Pineda Barnet); el personaje de “Mata, que Dios perdona” con Ismael Perdomo y ahora la película de Fernando (Pérez) fue un personaje bellísimo, la Leonor.
Amaury. Yo te dije al principio que no te quería hacer cantar. ¿No quieres cantar un poquito, un pedacito?
Broselianda. ¿Pero cómo qué?
Amaury. Como “Duele”, o como “Heridas”. Un pedacito, dos líneas.(Risas) De una que te guste mucho. Este es un programa atípico.
Broselianda. Es que “Heridas” es como muy fuerte.
Amaury. Un pedacito.
Broselianda. (Cantando) “Me gustas mucho, mucho pero mucho. / Me gustas tanto, tanto, que no sé si decirte que estoy enamorada. / Qué hermosa es mi Habana al salir el sol / bordeando la costa hacia el Malecón / y siento en mi Habana mi vibrar, su vibrar enamorado.”
Ritmo de ola y sol languidece, Amaury, languidece junto al Malecón. ¿Que en Cuba, que en mi país, no hayHarley-Davidson?. No, no me engañe, bárbaro. (risas y exclamaciones de admiración de Amaury) Ese es un homenaje a Celeste Mendoza.
Amaury. Mi vida. Hay una última pregunta. Es que deja ver cómo hago la última pregunta porque después de esto, de este momento…
Broselianda. “Languidece” (cantando). ¡Fíjate como lo tiro abajo!
Amaury. Sí, porque eso también tienes que decirlo como Celeste.
Broselianda. ¡Lo estoy tirando!
Amaury. ¡Mira como lo estoy tirando! Tú hiciste un personaje muy importante en esta película de Fernando Pérez. Porque tú hiciste la madre de Martí, Leonor Pérez. ¿Qué responsabilidades especiales, aparte de la que lleva una actriz, es representar el papel de la madre de nuestro Apóstol, Apóstol de nuestro país, de José Martí?
Broselianda. Bueno, ya te digo, Amaury, yo… cuando Fernando está buscando a la Leonor, que me ve, fue un cubo de agua fría. Me dice. Yo te veo muy esbelta, muy joven para el personaje y es cuando yo le suelto el famoso pedazo del poema. Pasan los días y Fernando me llama y me dice que lo ayude para buscar el Martí y nunca yo le había dicho esta frase a nadie en el mundo, ni siquiera a un hombre que me gustara.
Le digo: “Fernando, yo no te puedo ayudar, yo no soy tu amiga, yo soy Leonor Pérez.” Y quiere decir, con esto que te digo que el personaje me costó, me costó mucho trabajo. Aquí se sabe muy poco de esa mujer; que sí sabemos que es la madre de Martí, pero no sabía el grado de importancia que podía tener en la película. Tratándose de la infancia y la adolescencia, pues cobra mucha importancia.
El día que yo recibí la confirmación de que era yo, fue uno de los días más emocionantes y más alegres y más encontrados de mi vida. ¿Por qué?, lo luché, ¿sabes? Con esas cosas que uno dice: bueno, no era yo, no era yo y lo luché.
Entonces en cuanto al significado, cuando te dije que Fernando me dijo: no me leas nada, yo quiero solo a una madre. Después de hecha la película, es que empiezo a investigar sobre la vida de esta mujer. Por supuesto, la película no es la vida de Leonor Pérez, pero me doy cuenta que es una de las vidas más sufridas, una de las vidas más increíbles que yo haya leído. Una mujer con una entereza, una fuerza, una dulzura. Es todo un personaje maravilloso, sabemos que es venerada en Canarias, y además que es la madre de Martí. Cobra una importancia, además; una labor de caracterización total y completa, o sea, para mí cobra un significado, porque para mí es lo que Fernando me pidió: una madre, una madre cubana y la madre de Martí.
Amaury. Bueno, Brose, gracias por venir. Gracias por tu alegría, por tu atrevimiento, por tu osadía. Gracias también por tu amistad y por tu belleza.
Broselianda. Gracias a ti
Amaury. Siempre obligado. Muchas gracias.
Broselianda. Gracias.
Ficha Técnica
Título: Una Rosa de Francia
Dirección: Manuel Gutiérrez Aragón.
Países: España y Cuba.
Duración: 100 min.
Género: Drama.
Reparto:
Jorge Perugorría (Simón), Álex González (Andrés), Broselianda Hernández (Madame),
Ana Celia de Armas (Marie).
Guión: Manuel Gutiérrez Aragón y Senel Paz.
Producción: Gerardo Herrero y Javier López Blanco.
Música: Xavier Capellas.
Fotografía: Alfredo Mayo.
Montaje: José Salcedo.
Dirección artística: Onelio Larralde.
Vestuario: Lena Mossum y Liz Álvarez.
Productora
ICAIC y Tornasol Films
Países: España y Cuba.
Duración: 100 min.
Género: Drama.
Reparto:
Jorge Perugorría (Simón), Álex González (Andrés), Broselianda Hernández (Madame),
Ana Celia de Armas (Marie).
Guión: Manuel Gutiérrez Aragón y Senel Paz.
Producción: Gerardo Herrero y Javier López Blanco.
Música: Xavier Capellas.
Fotografía: Alfredo Mayo.
Montaje: José Salcedo.
Dirección artística: Onelio Larralde.
Vestuario: Lena Mossum y Liz Álvarez.
Productora
ICAIC y Tornasol Films
Lo siento. Me confieso poco inteligente. No he conseguido encontrar las bondades pregonadas a esta última película del otras veces interesante Gutiérrez Aragón. Me ha parecido un filme fallido casi en su integridad, con personajes mal dibujados, poca chicha en el asunto y manejándose entre varias aguas sin funcionar apenas en ninguna. Tres chistes facilones entre el texto, algo de morbo -menos del que se podía y que exigía el filme- algo de carne:desfile de culos en primer plano, aunque para eso uno se queda (ya puestos) con los de Los burdeles de Paprika.
ResponderEliminarNi funciona como melodrama, ni como filme de denuncia, ni como crónica social, ni como filme negro. Los dos protagonistas jóvenes, de culebrón. Pero, en fin, a lo mejor es que no he sabido penetrar en la lectura subliminal del título.
Claro que, a lo mejor es que hay que apoyarla porque se trata de un filme dirigido por una "vaca sagrada", que ciertamente conoció tiempos mejores....
Como a todos los grandes creadores, los años han ido afilando, puliendo y limando las aristas formales del cine de Manuel Gutiérrez Aragón, haciendo que sus discursos surjan limpiamente, de forma casi mansa: prístinos. Es lo que ocurre en esta Una rosa de Francia, un film en el cual la negrura profunda del discurso (que es, ante todo, un discurso sobre la pérdida y la renuncia) aparece sumergida por una puesta en escena plácida, luminosa, incluso falsamente nostálgica. En primera instancia, reflexión sobre algunos tópicos constructores de una cierta idea, de un cierto imaginario anexo a Cuba casi desde los tiempos de la colonia hispana (la voluptuosidad de la vida, las mujeres fáciles, el país como prostíbulo de poderosos), en el fondo lo que aborda el film es una lectura posible de las vísperas del poscastrismo: al fin de cuentas, y aunque su acción se ubique en algún momento indeterminado de la década de 1950, no cuesta ningún trabajo identificar tantas cosas contemporáneas, desde los gritos anti-imperialistas de ese malo/bueno que resulta Jorge Perugorría, hasta temas tan de hoy como la emigración clandestina hacia Estados Unidos.Pero la película es también una turbia historia de aprendizaje, de traicionadas amistades viriles en la que las tornas giran a cada rato, y por la que, a la postre, se abre paso como un huracán (y como querría el viejo maestro Hitchcock) la buena historia de siempre: la peripecia amorosa, la urgencia de la carne, el desbocado ímpetu de la juventud. Para cubanófilos de pro y espectadores inteligentes. Lo mejor: la habilidad para construir un discurso que se esconde tras otro. Lo peor: que hay que andar con ojo para no confundir tersura en la puesta en escena con simplicidad de fondo.
ResponderEliminarLas cartas boca arriba. A Gutiérrez Aragón se le recordará por muchísimos motivos, pero ninguno de ellos se titulará Una rosa de Francia. Su última película hace aguas por tantos frentes que más bien parece un divertimento del director que un proyecto serio.
ResponderEliminarMuchos de los males provienen del mismo guión que nos presenta al buscavidas Simón (Jorge Perugorría), un cubano que se dedica a dejar en tierra de nadie a sus compatriotas con la falsa promesa de desembarcarlos en Estados Unidos. Aparte, consigue chicas jóvenes para los pudientes. Una joya, vamos. Todavía le queda tiempo para mantener una relación especial con la “madame” del burdel hasta que conoce a la jovencísima Marie (Ana Celia de Armas). La adolescente al principio queda prendada de Simón, pero Andrés (Álex González), una especie de delfín del contrabandista la cautiva y le ofrece la salvación: la huída a Francia. O séase, de lo dulce a lo agrio pasando por lo picante con triángulo perverso incluido.
Todo en este film parece arbitrario, empezando por la ambientación, una Cuba precastrista, que podría ser cualquier otro lugar y cualquier otro tiempo. Sin saber a qué palo quedarse, el realizador cántabro compone un film que titubea entre la comedia, la aventura caribeña, y termina recordando a El lago azul y otras tragedias amorosas que debieron quedarse en los primeros ochenta. Con todo, dos motivos para verla: la mirada de Ana Celia de Armas y el fastuo visual, si es que echas de menos el delirio almodovariano y el kistch aplicado a épocas jurásicas.