"... y una eterna amistad"
Este documental, cuyo título oficial es Los bolos en Cuba y una eterna amistad, aborda cómo los cubanos recuerdan los treinta años de presencia y padrinazgo soviético en la Isla, veinte años después de haber perdido la cuantiosa ayuda que sirvió de sostén material a la Revolución cubana y también de parangón político, como modelo de 'socialismo real', del que se copiaron unos cuantos errores de los que hoy se abjura.
Este tema del que tan poco se ha hablado después de la desaparición de la URSS y que marcó la existencia cotidiana de cada uno de nosotros, no al nivel de las cimas de la alta política sino desde la perspectiva de la lata de carne rusa y los muñequitos, y también como espectadores pasivos de la dócil unanimidad de nuestros representantes en nuestras asambleas y el verticalismo de nuestro proceso, considero que bien vale por su significación cultural y política una apreciación ideológica más certera.
Enrique Colina
El documental fue realizado por Enrique Colina (conductor y realizador del desaparecido programa televisivo en Cuba 24 X segundo), cuyo documental fue retirado del Festival del Nuevo Cine de La Habana, lo que provocó que el propio Colina redactara un mensaje el 15 de noviembre de 2011 a los organizadores del evento: "De corazones ciegos estamos rodeados y el precio de una fe muda lo estamos pagando con el deterioro de muchas cosas valiosas" ... "La vejez trae sabiduría, pero también decrepitud, espero que el festival no se contagie con este envejecimiento que nos está comiendo los huesos".
Pero presentemos textualmente las declaraciones del realizador Enrique Colina, sobre la censura a su trabajo.
"Sucede que me han pisado un querido callo y como no me gusta soportar en silencio aquello que me duele y con lo que no estoy de acuerdo, aquí va un grito, no de vanidad herida, sino un reclamo de mayor rigor intelectual a la comisión de selección del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano. Pero, si a pesar de esta afirmación se cree o no que hago público este reclamo por una razón de ombliguísmo, o por otra presunción de arrogancia estúpida, es algo que me tiene sin cuidado".
"El occiso es un documental titulado, Los bolos en Cuba y una eterna amistad, que no fue seleccionado por la comisión del festival para competir este año y pasó al recurso de consolación - la sección Hecho en Cuba -, concebida más para evacuar la producción nacional que se considera no apta estética - o políticamente incómoda -, para que compita en un festival de alta categoría, como éste, de vocación artística y política, reafirmativa de su identidad cultural latinoamericana. Digo, más por esta razón que por la que se esgrime de que la sección ofrezca una muestra del quehacer audiovisual en la isla, pues así se procura dulcificar y neutralizar la inclemencia del desengaño y el rencor de los eliminados. La exclusión del ámbito competitivo supone una pérdida significativa de resonancia pública, una suerte de censura blanda, como lo fue la que impidió que el año pasado compitiera en la categoría de ficción el filme Memorias del Desarrollo, del realizador Miguel Coyula, y esto a pesar de los méritos que la avalaban artísticamente. Cuando solicité me informaran por qué el documental no podía competir, la respuesta fue “porque a la comisión le pareció demasiado largo y había tantos documentales...” Indagué si podía existir alguna razón política y la respuesta fue negativa".
"Debo comenzar compartiendo el criterio de que tratándose de un festival latinoamericano realizado en Cuba, ninguna cinematografía nacional de la región debe ser privilegiada. Como que también es potestad de cualquier festival elegir o no un filme para su participación. Ahora bien, tratándose de un festival que pretende mostrar lo más significativo y valioso de la producción audiovisual de cada nación latinoamericana, supongo que el criterio selectivo para escoger las obras de cada país debe basarse en consideraciones estéticas, de forma y contenido, serias y no superficiales. Resultaría ingenuo pretender que el filtro selectivo de comisiones y jurados, en cualquier parte del mundo, sea totalmente imparcial y profesionalmente objetivo, más por cuanto a veces las preselecciones las hacen supuestos especialistas que también en ocasiones no tienen una calificación requerida para superar apreciaciones sin sustancia ni solidez intelectual. El buen o mal gusto personal, la sensibilidad, cultura, ideología, intereses, etc., de sus integrantes influyen las decisiones, así como las determinaciones y conveniencias del contexto en el que se realizan los festivales. ¿Cuántos premios de mayor o menor relevancia han recibido filmes cuyo significado y perdurabilidad artística han sido efímeros? Esto es inevitable, porque nadie ni nada es perfecto, pero el aspecto en el que a mi juicio la selección debe resultar profesionalmente consecuente y responsable, invalidando el subjetivismo ramplón, es en su coherencia con el objetivo esencial del festival, a saber, abordar temas controvertidos de diferentes realidades nacionales, hermanadas por un denominador cultural integrador, que intenten revelar artísticamente contenidos medulares que refuercen y hagan visible su identidad particular en el gran contexto continental".
"Los bolos… intenta acercarse al tema de cómo los cubanos recuerdan los treinta años de presencia y padrinazgo soviético en nuestro país, veinte años después de haber perdido la cuantiosa ayuda que sirvió de sostén material a la Revolución cubana y también de parangón político, como modelo de “socialismo real”, del que se copiaron unos cuantos errores de los que hoy se abjura. Este tema del que tan poco se ha hablado después de la desaparición de la URSS y que marcó la existencia cotidiana de cada uno de nosotros, no al nivel de las cimas de la alta política sino desde la perspectiva de la lata de carne rusa y los muñequitos, y también como espectadores pasivos de la dócil unanimidad de nuestros representantes en nuestras asambleas y el verticalismo de nuestro proceso, considero que bien vale por su significación cultural y política una apreciación ideológica más certera y definida que la recibida. Sin embargo, el contenido no vale por sí solo si no lo avala una realización formal que sostenga el punto de vista, el tono y la funcionalidad dramática de su mensaje para comunicarse con el espectador y - quizás yo esté equivocado y también lo estén muchos que lo han visto -, pero creo que este es un documental profesional capaz de medirse de igual a igual con cualquier otro ya seleccionado".
"No invalida esto el respeto y reconocimiento que siento por el valor político y cultural del festival, cuya trayectoria agradezco y aplaudo, antes bien este señalamiento crítico es expresión de la consideración en que lo tengo, pues para mi, la mejor manera de querer es con los ojos abiertos y diciendo lo que pienso. De corazones ciegos estamos rodeados y el precio de una fe muda lo estamos pagando con el deterioro de muchas cosas valiosas. El festival ya tiene unos añitos y no tiene por qué confiarse en la excelencia de su pasado. La vejez trae sabiduría, pero también decrepitud, espero que el festival no se contagie con este envejecimiento que nos está comiendo los huesos".
"Decidí retirar el documental de la sección consoladora. Someteré estas afirmaciones a una prueba pública que corroborará o no esta denuncia si consigo que lo exhiban, ya sea el ICAIC, el ICRT, la UNEAC, UPEC o cualquier entidad cultural o periodística que quiera asumir su debate y permita que el público cubano, al que se dirige esta obra y, como dice Reinaldo Taladrid - que quizás quiera presentarlo en su Pasaje a lo Desconocido -, que la gente saque sus propias conclusiones".
Como lo que le interesa al director es la memoria popular, pues acude al Estadio Latinoamericano, al reparto Alamar (uno de los lugares donde fueron a vivir muchos soviéticos), a una barbería. Conversa con gente de pueblo, recrea historias familiares, creando una atmósfera de nostalgia. Una nostalgia marcada por las carencias materiales.
Hay pinceladas: el periodista Jorge Smith enumera la llegada invasiva de lo “ruso”(artistas, cine, muñequitos). Yoss, escritor y rockero, revela que su primer acercamiento al mundo del rock fue a través de grupos rusos. El poeta Juan Carlos Flores lee un poema sobre el trato entre niños cubanos y soviéticos; el escritor Heras León recuerda su motivación por la literatura soviética de guerra, y los artistas plásticos Estéreo Segura y Lázaro Saavedra recrean en sus obras la relación entre la cultura cubana y la soviética.
Otro grupo de personas habla sobre sus experiencias con amores soviéticos: traductoras del idioma ruso casadas con “bolos” y un “bolo” aplatanado que vive en Cuba.
La denominación de “bolo” es tratada por diferentes personas, algunas sugieren que viene de la palabra bolchevique, otras del nombre Volodia, y hay quien dice que el motivo que inspiró el apodo fue la tosquedad de los soviéticos, pero ninguna de las definiciones llega a ser hostil. Todas están cargadas de añoranza y buenos sentimientos.
El grueso de los comentarios viene de la mano de cubanos y cubanas de a pie que recuerdan la grandiosa época de las latas de carne rusa, los relojes Raqueta y Poljov, la resistencia de las botas rusas, las matrioshkas, las lavadoras Aurika, las compotas de manzana o las latas de leche en polvo. Una mujer conversa sobre la vigencia de la fraternidad cubano-soviética cuando (mostrando su vivienda) nos dice que muchas de las barbacoas de las casas de la Habana fueron construidas con maderas de la Siberia rusa llegadas en los barcos. Un muchacho comenta que en aquellos años él veía que había de todo, tremendo desarrollo, pero ahora cree que el desarrollo se estancó.
Y mientras la gente recuerda, la propaganda ideológica de la época va saturando al espectador.
Las imágenes de los distintos presidentes soviéticos que venían a la isla y las de Fidel Castro visitando la URSS nos llaman a la reflexión sobre un aspecto que el documental apenas toca: ¿Cuánto se pudo haber hecho en aquellos años con la poderosa ayuda que recibíamos de la URSS y por qué no se hizo?