Asistió en 1953, invitada por la Universidad de Salamanca, a la celebración del VII Centenario de la Universidad. En 1959 fue elegida miembro de número de la Academia Cubana de la Lengua, presidió desde 1992 hasta el momento de su muerte, filial local de esa institución. Durante su vida recibió innumerables premios y honores; entre otros se destacan el Premio Cervantes en 1992, la Orden de Alfonso X El Sabio en 1947, y la Orden de Isabel La Católica de periodismo. En Cuba recibió la orden cultural Félix Varela y el Premio Nacional de Literatura. En 1944 recibió el premio González Lanuza que otorgaba el Colegio Nacional de Abogados de Cuba. Otra importante distinción con la que cuenta en su haber es la Orden Pro Ecclesia-et-Pontífice.
Entre las grandes figuras de la literatura universal que pasaron por su casa se cuentan Federico García Lorca y los premios Nobel de literatura, Gabriela Mistral y Juan Ramón Jiménez. En su casa ubicada en la Calle 19 esq. E , Vedado, se hacían reuniones de intelectuales del ámbito nacional y extranjero, como le llamaron en su época "Aristocracia del conocimiento". También intercambió con la poetisa uruguaya Juana de Ibarbourou, quien confesó a la cubana que desconocía la causa de su admiración, ya que luego de leer los poemas de la Loynaz reconocía que quien la admiraba era superior a ella.
"Nadie escucha mi voz, si rezo o grito:
soy isla asida al tallo de los vientos...
Puedo volar o hundirme... Puedo, a veces,
morder mi cola en signo de Infinito"
Intimidades de la Loynaz
Como bien pudimos apreciar anteriormente, Dulce María Loynaz publica sus primeros versos en periódicos y revistas habaneros y su primer libro data de la ya lejana fecha de 1938. Este es el lindero de la época en que se vincula con grandes figuras del mundo hispanoamericano como Federico García Lorca, Juan Ramón Jiménez, Rafael Marquina, Carmen Conde, entre otras. Acoge en su casa a las más afamadas tertulias literarias cubanas, desde las organizadas en el siglo diecinueve por Domingo del Monte hasta Emilio Ballagas, Gonzalo Aróstegui, María Villar Buceta, Angélica Busquet y otros intelectuales de la isla. Toda esta etapa sin par, que pudiéramos llamar de formación, se extiende hasta los años cuarenta y es narrada de manera inigualable en unas sui géneris memorias tituladas Fe de vida, que la autora dedica a su segundo esposo Pablo Álvarez de Cañas, periodista canario radicado en Cuba. No sin razón, alguna crítica ha visto en Fe de vida una suerte de novela de aventuras o romance, en el sentido que otorga Frye, por lo que creo un regalo esencial la consulta de un texto como este para potenciar cualquier análisis crítico o aquilatar la simple primaria información.
Si Dulce María Loynaz quiso siempre para sus textos poéticos una claridad meridiana como vía del entendimiento y del acceso al público, en su prosa logró algo un tanto diferente. Digo "logró", no buscó o pretendió, pues no me parece del todo justo desvincular demasiado su producción narrativa de sus ambiciones en verso. Desde la óptica de Fe de vida, no debe dejarse de reconocer el sutil nivel de "acompañamiento" que portan textos como Jardín o Un Verano en Tenerife junto a Poemas sin nombre y Últimos días de una casa. Mas tampoco hay que seguir muy al pie de la letra un razonamiento tan escasamente mensurable, si se obvia, por supuesto, la autocalificación de Jardín como novela lírica; esa obra, que alguna crítica ha estudiado como gran poema, tiene a su vez una narratividad intrínseca tan explosiva que puede pendulear del surrealismo al gótico, sin ser en definitiva patrimonio de lo uno ni de lo otro.
Habría que tener en cuenta la crónica y aún el ensayo publicado por Dulce María Loynaz, para no pecar de exclusiones, pero es suficiente el hecho de que al deslindar en etapas históricas esta producción narrativa, podemos tomar como jalones o puntos de máximo fermento prosístico la novela Jardín, el libro de viajes Un verano en Tenerife y, por fin, Fe de vida, texto precursor, en muchos sentidos, de esa modalidad que es hoy tan usual en nuestros predios novelescos: la "ficcionalización" de la vida (o de parte de ella) de determinados escritores actuales, para embobecer a las amas de casa a la hora de la llamada "Telenovela".
"Amor es" y "La Oración del Alba"
Voz: José Fernández del Cacho
La lista podría ser extensa, baste citar las Antimemorias de Bryce Echenique, Donde van a morir los elefantes de José Donoso o El pez en el agua de Mario Vargas Llosa. Fe de vida aparece como antecedente, pero sólo en un sentido escriturario, no así en lo tocante a las fechas de publicación, pues acontece con ese volumen lo que con otros de la producción narrativa de Loynaz (Ej.Jardín), que son demorados muchos años en espera de la publicación. Es ésta una característica que aleja a ese corpus narrativo del grupo de libros de poemas. Y habría que agregar también el reducido universo psicológico en que abunda la tríada en prosa, en lo relativo a personajes que no sólo son casi siempre los mismos, sino que a ratos logran trasvasar de un libro a otro. No constituye la excepción la Bárbara (protagonista) de Jardín, si se toma en cuenta la alta autorreferencialidad de este pequeño cánon, desde el que la propia Dulce María Loynaz llegó a decir que Fe de vida vendría a ser algo así como la antítesis de su novela lírica y estaba poniendo un énfasis mayor en lo estilístico, en la condición poética de Jardín, mas algo de su peculiar personalidad, de su propia psicología y experiencia vital se filtró en la Bárbara de los retratos y las cartas, en el texto como un todo. Estas reflexiones, sin embargo, debemos hacerlas siempre desde la condición arquetípica de Bárbara, desde su ancestral curiosidad, por ejemplo, rasgo que la equipara con la Eva primitiva.
Pero detengámonos en Jardín, cabeza visible de su producción narrativa, libro que en la actualidad, tras medio siglo de su publicación por Aguilar en España, sigue constituyendo un misterio y un reto para críticos y lectores. Novela circular, serpiente que se muerde la cola, al terminarla hemos forzosamente de volver al comienzo y hallamos entonces una línea inaugural que quizás antes repasamos con descuido y comprendemos que toda la travesía no ha sido más que una mirada entre dos instantes de luz, como si hubiésemos degustado un inmenso poema: Bárbara pegó su cara pálida a los barrotes de hierro y miró a través de ellos ...
Creo, sin embargo, importante referirme al trasunto de la ubicación epocal de la obra y, aunque no en aras de emplazamientos teleológicos, a los que por lo demás el texto se resiste, trataré de desvincular los dos "momentos de gloria" de este jardín exuberante, el año 1935 en que fue sembrado, con una etapa de gestación que hacia atrás llega a 1928, y el año 1951 en que la importante casa editora Aguilar lo lanza en España. Habría que considerar un tercer momento o florecimiento, en 1993, cuando, luego de la concesión del Premio Cervantes a Dulce María, se publica la obra por primera vez en Cuba y es conocida por generaciones de lectores y escritores hasta entonces refractarios a ella. Y es aquí (aunque tal vez un poco antes, después del otorgamiento en 1987 del Premio Nacional de Literatura en Cuba a la poetisa), que la crítica, en su mayoría, comienza a interrogar Jardín, con el consiguiente afán, que parece ser consustancial a la cátedra, de colocar la obra en su lugar en la Historiografía de las letras.
Jardín, desde su triunfal, pero efímera irrupción, no apuntaba a otro lugar que a ese movimiento formidable por lo renovador en cuanto al trabajo lingüístico que dinamitó estructuras espacio-temporales, concepciones clásicas para entender las formas del relato e instaló definitivamente nuestra narrativa en el mundo.
Nunca sabremos a ciencia cierta por qué Dulce María Loynaz demoró tanto su publicación, pero al final creo que no es asunto ni siquiera de segunda importancia cuando la tenemos anclada reciamente en ese inicio de los cincuenta, como pórtico de la nueva novelística. Es comprensible (es demostrable aún, con un poco de fatiga) esa canonización mutable que ha sufrido y sufre Jardín, debido a su naturaleza polivalente. Barroca, existencialista, surrealista, realista... Más lejos, pero también rozándola y no sólo porque la autora tenga el Premio Cervantes, está el Quijote, que es una novela de caballería, pero al mismo tiempo no lo es, por sus visos paródicos referidos a este género. Es por ello que prefiero, en el caso de un texto como el que nos ocupa, pasar por alto los deseos de encasillamiento y remitirme básicamente a las palabras, al lenguaje. Porque Jardín es una novela del lenguaje y, por extensión, una novela del boom.
"Está hecha de anillos de Saturno,
de humedad de los pozos y luz de fuegos fatuos.
Signo del infinito si se muerde la cola,
y abre interrogaciones con el cuerpo enarcado.
Su ojo eléctrico brilla en la yerba del suelo
y un dulce escalofrío la va desenroscando,
mientras por el cristal de la laguna
pasa y vuelve a pasar la sombra de algún pájaro...
La levanta una flauta con su hilo de música
y un vuelo la estremece...
Algunas veces
cuando es primavera y huelen los jazmines,
se acuerda vagamente de un jardín encantado ..."
Trepinoductus Viperinus
(Serpientes)
Voz: Cecilia Salerno
Guitarra: Reynier Mariño
Danza: Suanny Leda
Pero no sería justo dedicar varias estrofas a Jardín sin referirnos, siquiera someramente, a uno de los textos más acabados y depurados estilísticamente que conoce, en todos los tiempos, el llamado género de viajes o, simplemente, literatura de viaje. Estoy hablando, por supuesto, de Un verano en Tenerife, publicado en Madrid 1958, también por Aguilar. Es curioso el hecho de que varias autorizadas opiniones de intelectuales españoles en la década de publicación de este libro remitiesen con insistencia a la cualidad de libro de viajes de esta obra y, sólo tangencialmente, se refiriesen a la funcionalidad de la prosa o al montaje de la historia, lo que ayuntado a una comprensión cabal del canario o el isleño, analizada con profundidad su psicología, hacen que el texto resista con sobriedad, pero firme, el paso de medio siglo y pueda leerse hoy con una total actualidad técnica. Articulistas como Eusebio García-Luengo no dudan en calificar al libro, aunque quizás de manera epidérmica, con una connotación turística evidente.
Un verano en Tenerife es un libro poético, una interpretación lírica de las Islas Canarias, pero no un suspiro nostálgico, aunque, metafóricamente, pudiéramos definir así la obra de Dulce María Loynaz poemática, en primer término y en alto grado, pero utilísima en cuanto es capaz de llevarnos allí y de conducirnos a lo largo de las costas y tierra adentro, del valle a las cumbres, con el increíble saber de un "cicerone" inverosímil. Nos dice lo que son las cosas: cada una bajo su nombre: árbol, flor, piedra labrada, emoción sobrevenida. En todo caso, la palabra exacta a punto: a más de la exactitud, la belleza. De ahí que la autora se de cuenta de un fenómeno estético más que lingüístico. "Hay palabras mágicas que no dicen sino cantan su sentido, lo pintan, de un solo trazo en el aire, y allí lo dejan por unos segundos, después de ya sonada la última sílaba." En el uso de esas palabras mágicas Dulce María Loynaz es diestrísima. Poetisa o poeta, en definitiva.
Palabras mágicas, cualidad demiúrgica o totalizadora, palabras que no dicen sino cantan su sentido, palabras mágicas, la esencia de lo connotativo que no se deja explotar en un sentido, digamos, plural. Nuevamente el afán de potenciar la descripción, lo exteriorista por encima de las cargas polivalentes del signo. A la vuelta de medio siglo entiendo de una manera inversa el enunciado de que tenemos entre manos un fenómeno más estético que lingüístico. No puedo comulgar con tal aserto. De ser cierta la primera aseveración bastaría una lectura somera para comprender el texto dolorosamente erosionado por el tiempo, anquilosado en una época bucólica en la que, entonces sí, degustaríamos, por ejemplo, el dato pintoresquista, anecdótico, de la llegada por mar a Canarias. Es un ejemplo, repito, pero igual una impresión, un juicio de valor, no un arriesgado acercamiento por la vía del tropo, como ocurre casi siempre en este libro, aun cuando muchos convengan en aceptar aquel juicio de valor, colocado a partir de un mayestático: "dicen" (vox populi, conseja, halago, en todo caso encuesta de opinión), pero palabra augusta al fin.
Hay libros en los que el impulso narrativo se agota en una trama primaria y evidente; de esos libros, que se cualifican como textos "sin dobleces" o "directos", por justificar una facilidad de lectura que en muchos casos (con notables excepciones, por supuesto) sólo es un mero pacto con la estulticia o la ramplonería, Un verano en Tenerife sería el extremo más alejado, la antípoda, y me parece que por ahí anda su mayor acierto ... y también su mayor irrisión. Digo "irrisión" buscando morigerar lo burlesco, claro está, y pienso que como en otros casos al referirme a ciertas imposturas de la sutil obra narrativa de Dulce María Loynaz, habrá que matizar quedándonos entonces con el término más impreciso, pero a la vez más refinado, de "guiño". Y eso ha venido sucediendo desde que se concluyó el libro, según colofón a las doce y catorce minutos del jueves 10 de abril de 1958 en la finca Nuestra Señora de las Mercedes, cerca de La Habana, a los cinco años y ocho meses de haberse comenzado. A los cinco años y ocho meses, reparemos en esta declaración final, que quizás con una sutileza máxima se halle en contrapunto o discordia con la viveza que propone la exactitud no ya en las fechas sino en la hora y minutos en que se pone el punto final. Casi seis años que dan la medida del tiempo invertido en la redacción del texto, correcciones, dudas, vueltas al pasado e inspiración incluidos, lapso dilatado contra la brevedad de lo vivido en la visita a las islas afortunadas. ¡Y la crítica sólo repara en la condición directa o primaria, que no admitiría dobleces, digamos, del texto que lanza Aguilar a finales de esa década tremenda!. Por eso hablo de otro guiño, otra irrisión, sólo que a manera generalizadora, el libro todo como una gran impostura, compuesto de una impresionante serie de capas de lectura o modos de aprehenderlo, y aquí ya estoy hablando en primer término del libro, no de las islas, esas islas que geográficamente mantienen en este presente igual latitud, pero que definitivamente no son las mismas. Mas el libro existe en su tiempo y ese tiempo se multiplica y adquiere, al igual que el lenguaje, un dinamismo propio, ajeno a la llana locación. El adjetivo es llana, en efecto, aunque podamos pensar de inmediato en la palabra Teide. Recuerdo una frase de Dulce María Loynaz en carta enviada a su amiga Julia Rodríguez Tomeu en 1939 y publicada en Cartas que no se extraviaron (Ed. Hermanos Loynaz, Fundación Jorge Guillén): "La Geografía es una de tantas mentiras deliciosas que se dicen a los niños ... Cuando dejé de creer en ella, comencé a envejecer".
Considerada como la máxima exponente del intimismo posmodernista, su expresión lírica ha plasmado con sencillez y eficacia los temas esenciales del hombre y en sus versos logra conjugar con mano maestra lo universal y lo autóctono. Ejemplifiquemos con fragmentos de un texto pletórico de ínsita cubanía.
"Este río de nombre musical
llega a mi corazón por un camino
de arterias tibias y temblor de diástoles (...)
El no tiene horizontes de Amazonas
ni misterios del Nilo, pero acaso
ninguno le mejore el cielo limpio
ni la finura de su pie y su talle (...)
Yo no diré que él sea el más hermoso (...)
¡Pero es mi río, mi país, mi sangre!"
"Al Almendares", poema de intensa belleza sentimental, fusión emocionada de patria y naturaleza con la simplicidad de una corriente apacible.
Fiel exponente de la poesía pura, considerada figura de primera fila dentro del conjunto de escritores iberoamericanos, es Dulce María Loynaz una de las voces líricas más puras del arte poético cubano del pasado siglo y mito de las letras en Cuba y en el viejo mundo. Su poesía posee una amplia gama de registros y llega a diversas sensibilidades. Nótese la sutileza de esta dupla versicular, en la que reside, sin embargo, todo un orbe de implicaciones:
¿Y esa luz?
Es tu sombra...
O reparemos en esta explosiva declaración de amor (o al amor) que es el poema LXI de los Poemas sin nombres:
"En el valle profundo de mis tristezas, tú te alzas
inconmovible y silencioso como una columna de oro.
Eres de la raza del sol: moreno, ardiente y oloroso
a resinas silvestres.
Eres de la raza del sol, y a sol me huele tu carne quemada,
tu cabello tibio, tu boca oscura y caliente aún como brasa recién apagada por el viento.
Hombre del sol, sujétame con tus brazos fuertes,
muérdeme con tus dientes de fiera joven, arranca mis tristezas y mis orgullos, arrástralos entre el polvo de tus pies despóticos.
¡Y enséñame de una vez -ya que no lo sé todavía-
a vivir o a morir entre tus garras!"
Serenidad luminosa, poesía musical, hallazgos de expresión inusitados, brillo de la palabra, poesía interior, como callada y meditativa, todo eso puede definir a nuestra autora, todo eso se nos revela en la lectura de sus textos, viaje a través de mares y de ríos, versos en los que percibimos el fulgor de nuestra isla... y el avatar de sus criaturas, al ser, ella misma, especial criatura de isla.
"Rodeada de mar por todas partes,
soy isla asida al tallo de los vientos...
Nadie escucha mi voz, si rezo o grito:
Puedo volar o hundirme... Puedo, a veces,
morder mi cola en signo de Infinito.
Soy tierra desgajándome... Hay momentos
en que el agua me ciega y me acobarda,
en que el agua es la muerte donde floto...
Pero abierta a mareas y a ciclones,
hinco en el mar raíz roto.
Crezco del mar y muero de él... Me alzo
¡para volverme en nudos desatados...!
¡Me come un mar batido por las alas
de arcángeles sin cielo, naufragados!"
Igualmente, logra concitar una maravillosa riqueza de matices, situaciones y acordes espirituales. Quiero ejemplificar la nostalgia o la melancolía o el desamor, con estos versos desolados del poema "Viajero":
"Yo soy como el viajero
que llega a un puerto y no lo espera nadie:
soy el viajero tímido que pasa
entre abrazos ajenos y sonrisas
que no son para él ...
Como el viajero solo
que se alza el cuello del abrigo
en el gran muelle frío ..."
Obligado quedo con Carta de Amor al Rey Tut-Ank-Amen, donde se perfila un derroche de verbos para una declaración de amor. Como dijera al principio de este trabajo y posteriormente con las declaraciones hechas por la propia Dulce María Loynaz ...
"Joven Rey Tut-Ank-Amen, muerto a los diecinueve años: déjame decirte estas locuras que acaso nunca te dijo nadie, déjame decírtelas en esta soledad de mi cuarto de hotel, en esta frialdad de las paredes compartidas con extraños, más frías que las paredes de la tumba que no quisiste compartir con nadie.
A ti las digo, Rey adolescente, también quedado para siempre de perfil en su juventud inmóvil, en su gracia cristalizada... Quedado en aquel gesto que prohibía sacrificar palomas inocentes, en el templo del terrible Ammon-Ra.
Así te seguiré viendo cuando me vaya lejos, erguido frente a los sacerdotes recelosos, entre una leve fuga de alas blancas...
Nada tendré de ti, más que este sueño, porque todo me eres vedado, prohibido, infinitamente imposible. Para los siglos de los siglos tus dioses te guardaron en vigilia, pendientes de la última hebra de tus cabellos. Pienso que tus cabellos serían lacios como la lluvia que cae de noche... Y pienso que por tus cabellos, por tus palomas y por tus diecinueve años tan cerca de la muerte, yo hubiera sido lo que ya no seré nunca: un poco de amor.
Pero no me esperaste y te fuiste caminando por el filo de la luna en creciente; no me esperaste y te fuiste hacia la muerte como un niño va a un parque, cargado de los juguetes con que aún no te habías cansado de jugar... Seguido de tu carro de marfil, de tus gacelas temblorosas... Si las gentes sensatas no se hubieran indignado, yo habría besado uno a uno estos juguetes tuyos, pesados juguetes de oro y plata, extraños juguetes con los que ningún niño de ahora -balompedista, boxeador- sabría ya jugar.
Si las gentes sensatas no se hubieran escandalizado, yo te habría sacado de tu sarcófago de oro, dentro de tres sarcófagos de madera, dentro de un gran sarcófago de granito, te hubiera sacado de tanta siniestra hondura que te vuelve más muerto para mi osado corazón que haces latir... que sólo para ti ha podido latir, ¡oh, Rey dulcísimo!, en esta clara tarde del Egipto -brazo de luz del Nilo.
Si las gentes sensatas no se hubieran encolerizado, yo te habría sacado de tus cinco sarcófagos, te hubiera desatado las ligaduras que oprimían demasiado tu cuerpo endeble y te hubiera envuelto suavemente en mi chal de seda ...
Así te hubiera yo recostado sobre mi pecho, como un niño enfermo ...Y como a un niño enfermo habría empezado a cantarte la más bella de mis canciones tropicales, el más dulce, el más breve de mis poemas".
Poesía
- Versos (1950)
- Juegos de agua (1951)
- Poemas sin nombre (1953)
- Últimos días de una casa (1958)
- Poemas escogidos (1985)
- Poemas náufragos (1991)
- Bestiarium (1991)
- Finas redes (1993)
- La novia de Lázaro (1993)
- Poesía completa (1993)
- Melancolía de otoño (1997)
- La voz del silencio (2000)
- El áspero sendero (2001)
Otros géneros
Portada del epistolario "Cartas que no se extraviaron"
- Jardín (1951) -novela-
- Un verano en Tenerife (1958) -libro de viajes-
- Yo fui (feliz) en Cuba (1993) -crónicas-
- Canto a la mujer. Tomo I y II (1993) -ensayo-
- Confesiones de Dulce María Loynaz (1993) -entrevistas-
- Fe de vida (1994) -ensayo-
- Cartas a Julio Orlando (1994) -epistolario-
- Un encuentro con Dulce María Loynaz (1994) -entrevistas-
- Alas en la sombra (1995) -texto autobiográfico-
- Cartas que no se extraviaron (1997) -epistolario-
- Cartas de Egipto (2000) -epistolario-
- La palabra en el aire (2000) -ensayo-
Condecoraciones y Reconocimientos
1944: Jurista distinguida con la Orden González Lanuza.
1947: Condecorada en España con la Orden de Alfonso X El Sabio.
1947: Recibe en Cuba la Orden de Carlos Manuel de Céspedes en el Grado de Dama, años después elevada al rango de Comendador.
1948: Nombrada Miembro de Honor de la Asociación Internacional de Poesía, con sede en Roma.
1950: Nombrada Miembro de Honor del Instituto de Cultura Hispánica, en Cuba.
1951: Es nombrada hija adoptiva del Puerto de la Cruz en Canarias.
1953: Recibe la Orden Mariana Grajales.
1955: Nombrada Académico Correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo, en Málaga
1956: Miembro de Número de la Academia Nacional de Artes y Letras de Cuba.
1958: Es elegida Vicepresidenta del Instituto de Cultura Hispánica en La Habana.
1959: Una calle en Santa Cruz de Tenerife es bautizada con su nombre.
1959: Recibe la Orden Pro Eclessia-et-Pontífice, enviada por el Papa Pío XII.
1959: Recibe la Orden Cristiana León XIII.
1968: Nombrada Miembro Correspondiente de la Real Academia de la Lengua Española.
1970: Nombrada oficialmente como Académico de Número de la Academia Cubana de la Lengua.
1976: Nombrada Subdirectora de la Academia Cubana de la Lengua.
1978: Recibe la Medalla por el 250 Aniversario de la Fundación de la Universidad de la Habana.
1981: El Ministerio de Cultura de Cuba le otorga la Distinción por la Cultura Nacional.
1981: Es nombrada Directora de la Academia Cubana de la Lengua.
1983: El Consejo de Estado de Cuba le concede la Medalla Alejo Carpentier.
1987: Se le otorga el Premio Nacional de Literatura de Cuba.
1988: Condecorada con la Orden Félix Varela de Primer Grado, que otorga el Consejo de Estado de Cuba.
1989: Nombrada Miembro Emérito de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).
1990: Recibe la Orden Jovellanos de la Federación de Asociaciones Asturianas de Cuba.
1991: Recibe el premio de Periodismo Doña Isabel la Católica en España, por su serie de textos El último rosario de la Reina, publicado en el Diario ABC.
1991: Nombrada Doctora Honoris Causa de la Universidad de La Habana.
1992: Obtiene el Premio Miguel de Cervantes, máxima distinción literaria de la lengua española.
1992: El Poder Popular de la Ciudad de la Habana le otorga la Giraldilla, réplica del símbolo de la ciudad.
1992: Recibe la Estatua, de la Federación de Mujeres del Caribe, en ocasión del III Congreso celebrado en Curazao.
1993: Es condecorada con la Orden de Isabel la Católica, de manos del embajador de España.
1993: Le otorgan el Premio Especial Federico García Lorca, entregado por el Centro Andaluz de La Habana.
1993: Recibe el Premio Abril, otorgado por la UJC y la Editorial Abril.
1993: Recibe la Placa José María Heredia y Heredia, en Santiago de Cuba.
1994: Recibe dos Medallas y Diploma de Reconocimiento de la Gran Logia de A. L. y A. M., constituyente de la Confederación Masónica Interamericana.
1994: El Consejo Ecuménico de Cuba, le otorga la Distinción por la Cultura Cubana y el Compromiso Cristiano, conferido por primera vez.
1994: Recibe la Placa de Reconocimiento de la Villa y Puerto de Tazacorte, Canarias.
1995: La Federación de Mujeres Cubanas le entrega un Diploma de Reconocimiento como descendiente de General del Ejército Mambí.
1996: La Embajada de Chile en Cuba le entrega la Medalla Conmemorativa de los 50 años del otorgamiento del Premio Nobel de Literatura a la poetisa chilena Gabriela Mistral, del Ministerio de Relaciones Exteriores de la República de Chile.
1996: Le confieren el título de Profesora de Mérito de la Universidad de Pinar del Río.
1996: La Unión Árabe de Cuba en el XV aniversario de su fundación, la condecora por su Carta de amor al rey Tut-Ank-Amen.
1996: La provincia y la ciudad de Camagüey le rinden numerosos homenajes, condecorándola con la Réplica del Escudo de la Provincia, Medalla y Reconocimiento como Hija Adoptiva de la ciudad y Diploma "Espejo de Paciencia".
2002: Bautizan, postmortem, con su nombre una calle en La Orotava.
Grandiosa e interminable fue la obra de Dulce María Loynaz. Con este pequeño y sencillo homenaje, Qué Tengo Pa´Tí la honra como una de las escritoras más prolíferas de nuestra cultura ... su verbo trascendió tanto, que hoy en día las nuevas generaciones han quedado cautivadas por su poesía y su prosa.
No quisiera concluir sin antes remitir a todos aquellos interesados que deseen leer algunas de sus poesías, entrando a través de la siguiente imágen (Click) y remitiéndose a la siguiente página ...
Dejo para el final la poesía que me inspiró a realizar este trabajo en la propia voz de Dulce María Loynaz. Poesía en la cual se inspiró también una de nuestras mejores artístas plásticas cubanas por la cual le dedicó un homenaje. Me refiero a Patricia Fernández Miranda (PAFERMI) muy reconocida nacional e internacionalmente ... Disfruten a plenitud esta "Cubanía" en su rato de ocio y experimenten el amor que Dulce María Loynaz sentía por Cuba.
Qué Tengo Pa' Tí
2012